A pesar de la fuerte desaceleración tras el rebote pospandemia, la región logró mantener un notable ritmo de expansión de sus ventas externas en 2022, según las cifras del Sector de Integración y Comercio (INT) del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) en colaboración con su Instituto para la Integración de América Latina y el Caribe (INTAL).
Las exportaciones de bienes de América Latina y el Caribe registraron una variación de 18,8%, tras expandirse 27,8% en 2021. Sin embargo, en un contexto de creciente incertidumbre en torno a la resolución del conflicto bélico en Ucrania y las débiles previsiones de crecimiento económico global en el marco de políticas monetarias restrictivas para contener la inflación en las principales economías del mundo, se consolidó un cambio en la tendencia.
Sudamérica se vio beneficiada por la mejora en los precios de los productos básicos, pero éstos entraron en una fase bajista a mediados del año, y en algunos casos se encuentran en niveles previos al conflicto. Además, con algunas excepciones, los flujos comerciales reales crecieron débilmente en toda la subregión.
La demanda de la propia región explicó la mayor parte de la expansión de las exportaciones, Estados Unidos también aportó significativamente, mientras que se redujo marcadamente la contribución de China. En México, la evolución de los valores exportados fue contraria al resto de la región. Desde principios de 2022 se observa un repunte en el valor exportado que respondió principalmente a volúmenes y, en menor medida, a precios. La demanda de Estados Unidos actuó como el principal factor de expansión.
Por su parte, el valor de los flujos originados en Centroamérica creció de manera notable, impulsado por los flujos intrarregionales, aunque registró cierta desaceleración desde los inicios de 2022. Finalmente, en el Caribe el ritmo de expansión de las exportaciones continuó en tasas comparativamente altas, pero con notables heterogeneidades hacia dentro de la región y una fuerte volatilidad a lo largo del año.
Sin embargo, a lo largo del año, la creciente preocupación para la inflación global, el shock por la crisis bélica entre Rusia y Ucrania, y la multiplicación de las medidas de confinamientos para contrastar la epidemia de COVID en China surgieron como nuevos determinantes críticos para las perspectivas comerciales latinoamericanas.
Debido a la previsible permanencia de estos factores en los próximos trimestres, el balance aparece sustancialmente sesgado a la baja. Es por lo tanto oportuno apreciar los riesgos para el desempeño comercial de la región.
Primero, cabe considerar que el crecimiento de las exportaciones registrado en el promedio de 2022 está destinado a reducirse mecánicamente por un efecto de base estadística. En el primer trimestre de 2021, que sirve de base para la comparación interanual en el mismo periodo de 2022, las exportaciones de ALC no se habían todavía instalado en el sendero de rápida recuperación que caracterizó los trimestres sucesivos.
A medida que se vaya superando el efecto de base asociado con el rebote pospandemia se espera una reducción de la tasa de crecimiento interanual de las exportaciones de la región. Asimismo, en la recuperación del último año operaron algunos factores extraordinarios relacionados con la disrupción de las cadenas de suministro globales determinada por la pandemia.
Por ejemplo, a medida que se relajaba la escasez global de semiconductores las exportaciones del sector automotriz de México crecieron para satisfacer la demanda rezagada acumulada. Es de esperar que este efecto se vaya diluyendo en el tiempo con la normalización de los flujos comerciales de productos intermedios y la satisfacción de la demanda rezagada.
De cara al futuro, los riesgos mayores para las exportaciones de la región están asociados con las perspectivas de demanda en los principales socios. Entre ellas destaca la trayectoria de China, un factor de expansión clave para el comercio de la región y cuyas perspectivas de crecimiento son las menores de los últimos treinta años.
Los efectos sobre las exportaciones latinoamericanas ya comenzaron a manifestarse por menores volúmenes despachados y presión a la baja en los precios de los productos básicos. A esta tendencia se suma la incertidumbre sobre el impacto económico de la reciente modificación de la política de cero-COVID que contribuyó fuertemente a la reducción de la demanda durante el año.
Asimismo, las perspectivas de crecimiento de los otros principales socios comerciales de la región están siendo corregidas a la baja, particularmente por el impacto restrictivo del ajuste de las políticas monetarias para contener la inflación. Si bien hay un gran margen de incertidumbre sobre las trayectorias de endurecimiento de las políticas monetarias, su impacto en el crecimiento y, en lo específico, sobre la probabilidad de que conduzcan a una recesión, es plausible esperar un entorno externo menos propicio para el crecimiento de las exportaciones latinoamericanas y caribeñas.
Por otra parte, la prolongación de la guerra en Ucrania tendrá efectos encontrados sobre el desempeño comercial de la región. En la medida que el conflicto conduzca a menor crecimiento y mayor inflación global, se espera que los efectos sean negativos.
Por otra parte, el impulso temporal a los precios de varios productos básicos exportados por la región fue evaneciendo, con la consecuente reducción del sostén al desempeño comercial de los exportadores netos de estos bienes. Por el contrario, en los importadores netos se alivianaron los efectos de bienestar negativos y regresivos. Sin embargo, el aumento de precios y la disrupción en el abastecimiento de fertilizantes, particularmente afectados por el conflicto, continuarán teniendo un impacto en la productividad agrícola y los flujos de exportaciones futuras de la región.